viernes, 9 de octubre de 2009


DOCTRINA Y PASTORAL SOCIAL DE LA IGLESIA CATÓLICA: “EL ANUNCIO VIVO Y EFICAZ PARA TRANSFORMAR LA REALIDAD”

REALIDAD SOCIOECONÓMICA: “En busca de un desarrollo humano integral y sustentable.”

Lo social comprende dimensiones importantes y fundamentales para el desarrollo en todos sus aspectos de la humanidad: lo sociopolítico, socioeconómico, sociocultural, socioreligioso… Al adentrarnos en la realidad económica la doctrina y pastoral social de la Iglesia juzga, pero también ilumina este campo de la sociedad. En la actualidad es necesario conocer y analizar cómo la sociedad demanda y satisface necesidades múltiples, con recursos escasos valiéndose de diversos modelos económicos. Lo importante está en mirar si estos sistemas si son verdaderamente humanos o todo lo contrario inhumanos; si se están satisfaciendo las necesidades prioritarias, cómo lo están haciendo y si realmente contribuyen al desarrollo humano integral y sustentable en libertad, pues hoy día éste es el gran reto que la justicia social debe cumplir para superar la desigualdad y dar solución a la mayor parte de los problemas económicos que oprimen al planeta entero. En el seminario académico se habla también de un fin último de la economía que debe ser el bien común, si éste no se cumple la economía se devuelve contra el hombre, creando pobreza y destruyendo la riqueza. La realidad socioeconómica es clara: hay una enorme desigualdad, los ricos cada vez acumulan más capital, es decir, son más ricos y los pobres son explotados y utilizados, cada vez son más pobres, además, no hay igualdad en oportunidades.
Un fenómeno que influye tanto positiva como negativamente en la realidad socioeconómica es la Globalización que crea una nueva cultura, una nueva realidad política. Es un fenómeno neutro en el cual la intención es “lo malo o lo bueno”, se presenta como una oportunidad para el desarrollo de los pueblos, una posibilidad de integración, abriendo fronteras, privilegiando lo científico-técnico; pero también éstos avances conllevan a crear grandes monopolios y a convertir el lucro en un valor supremo: Lo privilegia y estimula la competencia; la globalización hace que el poder y la riqueza estén en manos de unos pocos. La Iglesia da respuestas valiosas a este fenómeno, le reconoce sus aspectos positivos, pero también rechaza lo negativo. La globalización, por lo tanto, crea una nueva economía, por así decirlo, con características bastante preocupantes en cuanto al desarrollo de los pueblos y países:
Principalmente hay una fuerte concentración de ingresos provocando una enorme brecha entre los países desarrollados y subdesarrollados. Se presenta también una desregulación de la economía donde no existen unas normas económicas que rijan a estados y empresas a nivel mundial; se privatizan las empresas y no hay juego de mercado; hay una total independencia del control estatal; el poder económico, lastimosamente, está concentrado y se reduce a un grupo de naciones, los cuales a costa de los países pobres crecen sus capitales a gran velocidad, sin importarles la miseria en la que dejan a los subdesarrollados.
Esta impactante realidad la analiza la doctrina y pastoral social de la Iglesia, y pide promover una globalización diferente donde prime la solidaridad, la justicia y el respeto de los derechos humanos, pues la globalización sin solidaridad afecta grave y negativamente a los sectores y poblaciones pobres, llegando al límite de la exclusión social. El Papa Benedicto XVI en su encíclica “caritas in veritate” subraya: “En la época de la globalización, la actividad económica no puede prescindir de la gratuidad, que fomenta y extiende la solidaridad y la responsabilidad por la justicia y el bien común en sus diversas instancias y agentes”. Se hace, pues, lógico e importante un principio de gratuidad como la mayor expresión de la fraternidad.
La globalización y la economía internacional en Latinoamérica ha facilitado una mayor integración y apertura a las realidades mundiales, ha habido una liberalización del comercio, con TLC que no siempre benefician a los países más pobres, desaparecen fronteras para muchos agentes económicos, pero los resultados no han sido los esperados, ya que no ha aumentado el empleo, el producto interno bruto de los países; la reducción de niveles de pobreza ha sido mínimo, para rematar es muy precario el control del narcotráfico, prostitución, comercio de armas, emigrantes, los cuales destruyen el tejido social y económico en las regiones.
La realidad colombiana en torno a la globalización también es crítica, a raíz de un paso abrupto de un modelo económico proteccionista a uno con apertura neoliberal, el estado no estaba preparado para afrontar la libertad en los mercados. También hace falta procesos de investigación para obtener desarrollo tecnológico, no hay infraestructura, simplemente no hemos podido insertarnos en la dinámica de la economía mundial-global.
Otra realidad socioeconómica es la crisis económica mundial que tiene como consecuencia primordial el deterioro de la economía causada por altos costos de materias primas, sobrevaloración del producto, crisis alimentaria mundial, la inflación, crisis crediticia, hipotecaria, desconfianza en los mercados. En América Latina ha traído los problemas de remezas, el desempleo subió enormemente sus índices, el comercio ha sido seriamente afectado. Colombia por su parte, se ha visto afectada en sus exportaciones, no hay contrato garantizado para trabajadores, en este año no habrá crecimiento económico (0%), el gobierno gasta más de lo que produce. La realidad es bastante preocupante en todo el planeta, pero no podemos perder la esperanza de que se pueda enfrentar con efectividad estas problemáticas económicas. La doctrina social de la Iglesia pide más confianza recíproca y generalizada en el mercado, mostrar comportamientos de ética social, transparencia, honestidad, relaciones mercantiles con el principio de gratuidad y la lógica del don, se exige caridad y verdad.
Se vive y se expresa claramente una situación de extrema pobreza, por un lado y de extrema riqueza, por el otro. En los países pobres existe una grave inseguridad de vida por falta de alimentación, millones de personas sobreviven con menos de un dólar diario, hay pérdida de empleo, no se cumple y se hace efectivo el derecho a agua potable, pues sencillamente por falta de un sistema económico para la distribución. Los países más ricos acumulan dinero y se lucran solo a ellos mismos. “No se puede erradicar la extrema pobreza si no se erradica la extrema riqueza”. El mundo necesita igualdad en: oportunidades, condiciones de vida y distribución de los recursos.
Para superar el problema socioeconómico del desempleo se tiene que frenar la economía conmutativa y distributiva que se aplican hoy en día y hacer efectiva una justicia social la cual está basada en acciones por las cuales a cada persona que interviene en la actividad económica le dan una vida digna. La Iglesia tiene el deber de formar conciencia social para que el trabajador viva dignamente junto con su familia. A nivel rural si se quiere acabar con el desempleo o por lo menos que haya una disminución notable, es necesario más producción en vez de tanta mano de obra, jornales bien pagos, que los jóvenes no se vayan del campo, calidad en el empleo con alta productividad, tecnología e infraestructura.
La pregunta fundamental sería ¿Es posible erradicar, romper el círculo de la pobreza? La respuesta sería ¡no es imposible! Es necesaria una mayor cobertura de salud, servicios públicos, educación, acceso a crédito blando, tecnología y titulación masiva de tierras para pequeños productores y se hacen necesarios una verdadera reforma agraria. Hoy lo que más necesitamos es que se dé un desarrollo sostenible que subsane condiciones de vida inhumanas. Los pobres en la sociedad no se deben considerar como algo inútil, debemos valorarlos como una riqueza desde lo económico.
“La pobreza hoy es pobreza de conocimiento y del uso y acceso a nuevas tecnologías” Por ultimo es de resaltar la enseñanza que nos hace Benedicto XVI en su reciente encíclica: “caridad en la verdad significa la necesidad de dar forma y organización a las iniciativas económicas que, sin renunciar al beneficio, quieren ir mas allá de la lógica del intercambio de cosas equivalentes y de lucro como fin en sí mismo”.
Queda pues, el gran reto para la doctrina y pastoral social de la iglesia el seguir dando respuesta a estas realidades socioeconómicas y contribuir con el desarrollo humano digno y sustentable.
NESTOR CAMILO GARCIA LOPEZ
Propedéutico

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